Me habían contado de un médico que llevaron al hospital por un simple dolor de estómago, y que cuando lo examinaban, él estaba consciente y viendo las imágenes, y que él mismo detectó el aneurisma, y fue el que primero que supo que se iba a morir.
Yo siempre he previsto para mí misma una muerte terrible. Me imagino en una muerte con una agonía larga, o por lo menos en una instantánea tan tan sangrienta que a nadie le va a quedar duda que en esos segundos sufrí más que en toda mi vida.
Pero nunca me imaginé en este limbo de no estar viva ni muerta. Estoy viva porque debajo de todo estoy consciente, pero estoy muerta porque al final no me sirve de nada. Para todos los efectos prácticos, soy nada más un gusano en mi cadáver.
Aquí adentro no hay mucho que hacer. La verdad me aburro muy seguido. Seguro habrán notado algún cambio en mi temperamento. Es puramente el miedo que siento, porque todavía no estoy lista para morirme. Sobre todo me duele por Carla, porque sé que se moriría conmigo. (Por macabro que suene, literalmente).
Por eso es que sé que cuida lo que escribe, y que no me describe feliz para no darme falsas esperanzas, y que tampoco me describe desahuciada porque sería firmar la defunción de las dos.
Me voy decidiendo cada vez más con respecto al asunto de dónde me ubico geográficamente (también existe la geografía en la nada, pero no la llamamos por su verdadero nombre porque hasta a los que habitamos aquí nos da un cierto escalofrío). Decidí que sí estoy en el infierno, y que el infierno no es una fosa común. Necesita torturas muy específicas... No sería un servicio personalizado para tanta y tanta gente.
Mi infierno es la incertidumbre de no saber si éste de verdad es el infierno. Por eso lo reconocí. Es el infierno porque estoy sola, y porque mi castigo es revivir toda mi vida desde aquí, incluyendo mis sueños que más de una vez me tuvieron al borde del asilo.
Es el infierno, además, porque todo esto tengo que transmitirlo sin moverme todavía, porque hay un sueño del que no he podido despertar y estoy demasiado fija en el suelo, sin mencionar el tallito de manzano que me sale de las costillas.
Lo estoy tomando del lado brillante: Siempre dije que me hubiera encantado ser un árbol.
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