Córtense una yema de un dedo con papel. Sigan haciendo cortes hasta que sangre bastante. Que toda la mano quede roja. Prénsense la mano en una puerta. Coman helado hasta llegar al brain-freeze. Peguen el pie contra un mueble, el dedo pequeño. Levántense en el bus y peguen la cabeza en la barra. Quémense con el sol, que la piel brille. Ampóllense las manos barriendo. Cáiganse y háganse un raspón de toda la pierna, hasta la rodilla. Esguíncense un tobillo. Carguen en la espalda más de lo que puedan soportar. Despiértense con el cuello contracturado. Dislóquense un hombro. Desmóntense el radio, quiébrense el cúbito. Rómpanse un ligamento. Arránquense un diente. Muérdanse la lengua. Quémense el paladar. Golpéense un ojo.
Y ahora viene lo bueno.
Agarren una navaja. Péguenle contra cemento hasta que se quede roma. Herrúmbrenla. Que quede días y días en la lluvia. Escojan un día soleado. Que canten los pájaros. Véanse el brazo y pónganle especial atención a los trillos de sangre. Pongan la navaja perpendicularmente y hagan un corte. Entre menos limpio mejor. Nada más dejen que la sangre fluya.Apenas se sientan débiles, pálidos y ya al borde del otro mundo, pongan atención a lo que oyen.
Exacto. Los pájaros siguen cantando.
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