Antes de la entrada menciono que esto lo escribí en un profundo estado de rabia, por lo lo que ni siquiera me voy a detener a leer lo que dice o hacerme responsabe de lo que diga. Luego les contaré por qué estuve cerca de que la entrada pasada fuera la última que escribiera.
Iluminación. La gente. Los bichos más curiosos que me he topado, después del Pez Babel, claro está…
La gente tiende a esperar cosas de la otra gente. Espera que las otras personas sean corteses, que no sean altaneras, esperan lo de aquí, lo de allá, y lo de más para allá, pero rara vez se cuenta como gente que también debería dar, gente de la que se espera lo mismo.
Error. Nadie debería esperar nada de nada, porque al final, nadie le debe nada a nadie y todo el mundo puede traicionar a todo el mundo. Me estoy haciendo un nudo, ya sé, pero en algún momento saldré. Mi punto es que cada quien vive por sí mismo, y si decide encadenarse en deuda a alguien más, pues es su propia decisión, es nada más por “pura vida” que es. Mucho altruismo. Porque en realidad: nada. Es una ilusión. Si bien no podemos vivir los unos sin los otros y por lo tanto es preferible mantener relaciones cordiales con los semejantes, todo esto de corresponder es un mito que nos divierte. Al gorro todo.
Me volví a perder. Nada más un comentario que viene al asunto. Si alguien piensa hacer algo por alguien, que dé por perdida la intención. O sea, cualquier cosa que se quiera hacer, debería estar consciente de que básicamente la hace por nobleza, o sea, que en ningún caso debería esperar que lo correspondan… Porque, una vez más, en buena teoría nadie le debe nada a nadie. Si les corresponden, me mandan la invitación a la fiesta, pero si no los correspondieran, nadie se corta las venas. Enhorabuena.
La gente está perfectamente convencida de que tiene que ser comprendida y adorada por el resto de la gente como si de verdad fuera tan maravillosa y deliciosa como se ve en el espejo. Yo, lamentablemente, soy uno de esos animalejos súper pasivos que siempre termina poniendo abajo y siendo quien comprende y no quien es comprendido. Siempre, en aras de la diplomacia, soy yo quien se disculpa, creo que me lo justifico internamente como una demostración no de debilidad sino de superioridad mental, ya que soy la que pudo discernir entre las ventajas de un pleito sin sentido y la paz. Claro, si no lo racionalizara así, me vería a mí misma como la más arrastrada de las arrastradas y la más maricona de las mariconas. Pero no. Estoy convencida de que más bien soy lo suficientemente grandecita como para ver que no tiene sentido. Porque, aclaro, no me salgo de los pleitos en los que de verdad debería estar.
Y ahora que hablo de las cosas que no tienen sentido. La gente sabe cómo puede ser con cada persona. Por ejemplo, ya he dicho varias veces que nos encanta hacernos la víctima. No sé, sería tan solo comparable con levantarse a comer helados Häagen Dasz a las 3 de la mañana frente al mar con buena compañía… En fin, este asunto de jugar al pobrecito es simplemente orgásmico. Posiblemente la forma más esparcida de buscar placer. Desde el niñito hasta el ancianito. Pero sabemos con quién hacerlo y con quién no. Somos bichitos mañosos, y sabemos que ese es un comportamiento que generalmente molesta a los demás miembros de la manada… Pero cuando la hacemos, ¡la hacemos!
Mea culpa también, no voy a negar que he caído en la sucia y vil tentación. Justamente hoy estaba recordando una de las veces más memorables en las que jugué de víctima. Y esto me lleva a otra cosa. Dejamos que otras personas jueguen de víctimas con nosotros para ir cosechando posibles personas para desahogar nuestra necesidad de lágrimas y cariñito. Así que por un rato oímos y ponemos cara de que nos interesa, porque así no nos sentimos patéticos e indignos cuando hacemos lo mismo. Es una cadena de favores loquísima.
Y es que a la gente no le gusta la gente auténtica, porque eso casi siempre redunda en problemático. ¿Alguien que diga lo que piensa, que lo defienda, que sea capaz de discutir, que no vaya a rendirse así como así, que tenga su propia ideología? Oh-oh… Huelo un cochino anarquista feo verrugoso y revolucionario que va a venir a robarse la paz y a comerse a nuestros hijos por los siglos de los siglos. Amén.
Por eso la gente se conforma con encontrar a alguien que simule ser lo que buscan, porque nunca van a encontrar en la vida real la mansa ovejita masajeadora que buscan. Por eso están tan de moda la diplomacia y las relaciones internacionales. Es ponerse la máscara de agradable, o sea, de medias tintas y andar por el mundo con su teatro ambulante de buenas costumbres.
Siempre que vengo a la playa termino con el mismo problema. Mucha gente conviviendo en un espacio muy pequeño. Hartazgo crónico –en etapa aguda- de la sociedad. Y de la gente. Y de los diplomáticos. Y de las quemadas de sol, pero esa es una historia aparte.
Hartazgo
Publicadas por Carla a la/s 12:05 p. m. Etiquetas: Gente, Laberinto Mental, Santa Iluminación
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