Yo ya sabía que mi palabra no vale un bledo. No vengo a estas alturas a sorprenderme por prometerme las cosas que nunca cumplo para luego venir a documentar las infamias que me cometo cada vez me propongo cumplir algo. Pequeña alimaña –no sarcástica- traidora.
Cada vez que me voy, creo que me voy esperando que al volver las cosas cambien, y todo sigue siendo el mismo caos de siempre.
No cambian mis cortinas que parecen telón de teatro (asumo que habrán llegado para remendar alguna carencia que me ande por ahí, falta de visitar escenarios…), que nunca le han gustado a nadie más que a mí… Mis cortinas ceremoniosas que hacen que nada más quepa en el cuarto. Son tan imponentes que al entrar la gente tiene un solo deseo en mente: salir.
Sigue sin cambiar la bodega de chucherías en que se ha convertido el espacio entre mis libros y el fondo de la biblioteca, donde cualquier cochinada imaginable puede aparecer… Y está mi figurilla de Harry Potter cuando no existían las películas, el retrato que me hice en París por €30 que ni siquiera se parece a mí, aunque no escatimó en orejas, un reloj que nunca uso, un par de cartas que ya no debería esconder, un girasol pintado con tiza de aceite sobre un pedazo de lija…
Y es que hoy ordené mi biblioteca otra vez (siempre la ordeno completamente y saco los libros que ya he leído y los paso a la otra casa, o los más infantiles, o los que ya no me simpatizan porque es como tenerte a vos ahí sentado), porque compré los tres tomos de los cuentos completos de Cortázar y un libro que trae “Prohibido Suicidarse en Primavera” y “La casa de los 7 balcones”. Eso sí, me percaté del título hasta ahora que lo escribo.
Y es que nada cambia, aquí echada en Osito veo que mi puerta es la misma de siempre, que no fui al recital de graduación y me admiro de dormir en las noches después de eso, que la obra, que el tribunal, que donar sangre, que Frodo, que “no m’ha dejao” y que qué nene más mono, lindo lindo…
Mi punto es que todas las cosas que he prometido cambiar siguen ahí medio mal hechas, medio pegadas con mocos… Yo, por ejemplo, sigo escribiendo como no debería escribir porque luego me duele el cuello… Echadísima en mi cama, despeinada, y con Tigre durmiendo a la par de la camita a la que mi negligencia no me ha dejado arrancarle la marca.
Bah, por lo menos una cosa cambió hoy… Hoy me dejé llevar por las ganas de conversar con el sustituto que me tuve que inventar que es casualmente parecido a alguien, y me convenció de que escribiera con la luz apagada… Como le eché el sermón de informática preocupada que no quiere quedarse ciega, lo negociamos y llegamos a un trato bastante favorable, pero qué frío.
Así que en el balance general, nada cambia. Sigo siendo yo en mis pijamas de cobija de Hello Kitty (nada más de verte me da calor)… Y bueno, yo procurando darme un ultimátum… Supongo que mañana (o sea, hoy, el día que posteo esta entrada) va a ser un día importante… Qué desmadre soy.
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