Podría hablar largo y tendido sobre por qué ese examen fue una masacre completa, y sobre por qué fue mi culpa. Pero no, prefiero mi costumbre de don't cry over spilled milk y seguir adelante.
Por eso mi entrada de hoy, a partir de aquí, espero que sea completamente test-free.
De mi cama la única parte que toca pared es el respaldar, de ahí que de noche cuando tenía miedo, terminaba sola en una isla de cobijas sin poder alcanzar nada. Siempre le tuve un miedo inmoral a la oscuridad. Estaba completamente segura de que si bajaba los pies, de abajo de la cama iba a salir una enredadera con espinas que se me iba a enrollar en los tobillos.
Cuando era pequeña y me daba frío o miedo de noche, nada más llamaba a mi papá y él me cobijaba o me acompañaba. Pero claro, pasó el tiempo y dejó de ser tierno o creíble que la oscuridad me espantara de tal forma.
Muchas veces oía unas uñas en el cedazo, o algo que se movía por la acequia, y a partir de ese momento, sentía que una mano fría me iba a tocar la cara apenas abriera los ojos. Me quedaba quieta y todavía con los ojos cerrados hasta que me dormía y tenía pesadillas de esas en los que uno nada más no para de caer hasta que vuelve a la realidad de un solo sobresalto.
A veces tenía que entrar sola a la casa cuando ya estaba oscuro o estaba oscureciendo. Juntaba todo lo que podía haber de coraje en mí y entraba pretendiendo caminar normalmente, y pretendiendo que el pulso no estaba como para que el corazón se saliera. Bajaba las gradas e iba a los cuartos, pero detrás de cada puerta estaba segura de encontrar algún monstruo horrible que me iba a agarrar de las muñecas y que no me iba a dejar irme. Cada vez que el viento levantaba las cortinas, veía manos que las movían. En fin, era horrible.
Pasó mucho tiempo en el que el miedo nada más no cedía. Cuando tenía que bajar las gradas de noche para ir a mi cuarto, tenía que pedirles que me encendieran la luz o nada más me paralizaba en el marco de la puerta, como si más allá del cuadro iluminado estuviera otro mundo.
Esta entrada surge porque hasta hace muy poco descubrí que ya no le tengo miedo a la oscuridad. No puedo definir el momento en el que dejó de asustarme. Ni siquiera sé si fue instantáneo o paulatino. Sólo sé que ahora le encuentro su gracia a la oscuridad, y tengo que admitir que hasta me llama la atención poder ver un poco más de lo que ve la mayoría cuando está oscuro. (Para bien o para mal, otra de mis características felinas...)
Seh... Es en gran parte gracias a vos. Asumo que ya entiendo más tus tendencias noctámbulas. A buena hora...
Fear Of The Dark
Publicadas por Carla a la/s 4:17 p. m. Etiquetas: (Des)Amor, Recuerdos, Vida en General
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