Esperé y esperé y de pronto ahí estaba. Era la entrada empinada a una especie de cueva larga y oscura. Tenía sólo unos cuantos rayos de sol que entraban por los lados conforme se movía, como un gusano que se muere.
Por fin llegamos a un punto en el que se detuvo, y por una bajada me encontré en un lugar que no era por el que había entrado, y como buena autómata, estaba segura de adónde tenía que ir, sin saber bien por qué.
El río frente a mí detuvo las aguas por un momento, y con miedo de que me traicionara, lo crucé corriendo. Apenas había llegado a la otra orilla cuando me volteé y ya el agua había vuelto a su curso, rugía, de hecho.
Caminé rápido al inicio, después cada paso era más corto que el anterior, y cada paso era además más doloroso.
Llegué a una bifurcación. Podía seguir bordeando el río o podía tomar un camino perpendicular del que no se veía el final porque era una bajada tal vez eterna.
Mi automatismo me dijo qué camino seguir, y comencé la bajada. En los edificios a los lados había ojos que todavía no me esperaban, y que se agolparon contra las ventanas sin ninguna discreción cuando me oyeron.
Y sí, cada vez caminaba más lento, como dándoles gusto.
En la mitad del camino me encontré con un oso enorme que alentaba a una niñita pequeñita y rubia a que saliera del camino. Ella no quería, y tenía entre los brazos un muñeco. No podía dejar de verla. El muñeco se volvió y me clavó unos ojos enormes concentradísimos en cada cosa que hacía. Por un momento casi me paro a verlo. Pero seguí por la misma inercia de siempre. Procuré irme como quien no quiere la cosa, sólo volviéndome un momento, y los tres se unían a los ojos que me veían y la niñita de daba de mamar al muñeco que, tragando, todavía no dejaba de verme.
Un poco más insegura de mi decisión -que después de todo no era mía-, seguí caminando sin remedio.
Un clavo me cayó a los pies. Volví a ver hacia arriba y me encontré a un hombre viejo y flaco que martillaba en un techo, y que daba toda la impresión de estar ahí al sol desde hace un par de vidas. Me volví hacia él para saludarlo, pedirle referencias, cualquier cosa, y sin verme él, se llevó un dedo a la boca, pidiéndome silencio. No pude decir nada, sólo salió un sonido como de animal, y lo vi mientras caminaba.
De pronto, dejó de martillar, y cuando yo estaba justamente al frente me vio a los ojos. Cuando vio que le iba a hablar me dijo "No haga bulla, o me mato."
Otra vez me quedé paralizada por dentro aunque seguía caminando, y sí, ahora los pasos eran todavía más cortos.
Cuando ya no lo veía, lo oí gritarme "¡...Y cuidado con los martillos...!"
A mi izquierda vi una puerta ancha de la que salía un aire frío. Era como una boca sin dientes, pero llena de tuercas, tornillos, máquinas despedazadas, y un piso lleno de un líquido negro, y rugoso como lengua.
En algún edificio cercano alguien se quebraba en un orgasmo eterno mientras muchos otros jadeaban alrededor.
Comencé a caminar más rápido, con pasos más largos, aunque había un muro frente a mí. Me costaba mantener el equilibrio, y creí por un momento que me iba a estrellar. Adonde aparentemente no había nada, noté las grietas de una puerta, y un llavín apareció como a la altura del ombligo.
No tenía la llave.
Me quedé ahí,como persona encadenada a máquina, cruzada con máquina que piensa pero que el cuerpo no responde porque no le pertenece... Y responde a algo mayor.
Pensé en mil cosas en un solo momento, y a través de las grietas pude ver lo que no veía desde hace años: verde. Y con ojos mecánicos creo que vi flores, hasta que me distrajo un movimiento involuntario -¿involuntario?-. Me llevé -¿yo?- la mano frente al pecho y la abrí. En la palma tenía una llave.
Sinceramente aliviada, pensé en abrir la puerta con la llave... Y la mano mecánica se cerró con la llave adentro, y, concertado todo con el brazo mecánico también, la tiraron lejos, viendo yo desde adentro que cada vez tenía menos control sobre la máquina.
Ya sin la llave cerca, la puerta se abrió sin un solo sonido. Entré.
En efecto todo era verde, hasta el agua que, a pesar de estar estancada, en apariencia corría.
Ahí la encontré, con cuatro ojos que juntos no valían por uno. Me dio de comer y me habló de cómo evitar la maldición de las miradas del odio con sólo otra mirada de vuelta...
Fue ahí donde me vio con los ojos acuosos y opacos, y me dijo: "Esto no es un sueño".
Si no me equivoco, no he despertado, y ésto sigue pasando momento a momento, se repite, y camino, y subo, y corro, y bajo, y el río se detiene otra vez, a veces me deja encerrada en medio y me siento morir. A veces el clavo no cae a mis pies, sino que se me clava en la boca, el muñeco logra detenerme, los que jadean me agarran con los brazos sucios y las manos húmedas, pero vuelvo...
Y todo termina con la misma afirmación de la que nunca despierto: "Esto no es un sueño."
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3 comentarios:
weird :S
:O Wow! Mario Rucavado aprobando mi escrito...
¡Que este día pase a la posteridad como el día en que... Mario Rucavado aprobó mi escrito! jaja
Nah, no es para tanto... Menos tomando en cuenta que todo eso sí pasó... Nada más me puse la tarea de decirlo extraño.
Y que el verde es TU verde, que bueno, me lo dejaste pegado por... nvm.
Pero gracias.
Mario, Marito... Eso era jsuatemente lo que esperaba que me respondieras, para poder decirte otra vez que para escribir es necesario vivir...
I rest my case.
Es 90% apreciar las cosas que pasan y verlas con los ojos con los que no todo el mundo lo ve y 10% talento...
So... You got it all... Watcha waiting for?
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