No hay otra salida. Cuando uno sabe tanto de otra persona, no le queda más que odiarla. Me encantan los desconocidos, porque la gente, al comenzar a presentarse, casi siempre comienza contando sus maravillas. Luego, con el tiempo, va uno dándose cuenta de que tose siempre, y que no da propinas, y que cuando está quieto respira particularmente fuerte. Es por eso que la gente me resulta desechable, por lo mismo los desconocidos refrescantes se están volviendo una especie en peligro de extinción. Ya no puedo ir a ningún lugar adonde nadie me conozca, cada doscientos metros aproximadamente tengo el disgusto de no poder ser desconocida. No digo que sea yo una colección de virtudes divinas, soy una ex-extraña más para alguien con la misma forma de vida. Solamente lo digo porque, sinceramente, después de que supieras todo lo que sabés de mí, y de saber todo lo que ya sé de vos, ¿creés que, de no ser por la coincidencia geográfica, querría volver a verte?
Hoy rescato: Marina
Razones:
- Yo de verdad estuve segura de que en ese momento me moría.
- Me encanta escribir en la playa. Siento que escribo diferente.
- Amo el mar, por más miedo que me dé de vez en cuando.
- Esta entrada curiosamente tenía un link de Technorati a mi blog, con un snapshot, y todo, y eso me pareció simpático.
- Desde entonces le tengo más cuidadito al mar.
0 comentarios:
Publicar un comentario