Estuve leyendo una fábula sobre las estaciones.
Hablaba sobre un padre que tenía cuatro hijos. (Les hubiera encantado que fueran 3 y que el menor fuera el bueno, pero qué remedio, no calzaba). Durante un año, el sabio caballero iba enviando a sus incorregibles hijos uno a uno al mismo lugar, pero en una estación diferente.
Cuando todos estuvieron en la casa, les preguntó (esas preguntas retóricas de los padres) cómo era el lugar.
El mayor, que fue en invierno dijo que era horrible, que los árboles eran retorcidos, un desastre total. El que fue en primavera dijo que... Bueno, comprenderán la idea.
El punto de la fábula es que no se puede juzgar si sólo se conoce una estación de las cosas. Si uno no logra aguantarse el invierno, nunca logra ver el verano o la primavera.
Léase: Frecuentemente un esfuercillo en los inviernos lleva a sobrevivir para ver una primavera.
Speaking of which, podría contar además la fábula de la cigarra y la hormiga, pero ya fue suficiente aprendizaje espiritual por hoy. (Por lo menos para mí, que ya hasta estoy más adelante de lo que debería).
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2 comentarios:
Yo lo que creo es que como ardilla gigante que espera el armagedon, hay que llenar la casa de nueces para sobrevivir al invierno...
Bueeeeno, bueeeeeno... La primavera no per se, sino como metáfora de renacimiento...
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