Los seres humanos tenemos que ser vistos por mucho como los animales más ñoños. Esto de ser peludos como gallinas chiricanas y de caminar en dos patas no coopera con nuestro estilo y nuestro sentido del glamour. Otro punto en contra son las rodillas que se flexionan hacia adelante, y que por eso a cada rato nos andamos tropezando. No me malinterpreten, las rodillas hacia adelante son lindas, y se les ven bonitas a los elefantes, pero para nosotros son un problema.
Si anduviéramos de cuatro patas, todo sería tanto más fácil... Sería tan fácil que en este momento no estaría sintiendo que los deditos del pie se me van a caer por haber patinado como por medio metro para luego apoyar una mano, luego apoyar el otro codo, y finalmente caer sentada con el pie metido en medio de todo el enredo.
Seamos realistas. Los humanos pasamos en el suelo, y nos gusta pasar en el suelo, así que cada vez inventamos más mecanismos que propicien las caídas. Por eso se inventaron los tacones, los patines, las patinetas, la idea de andar en medias por la terraza que mi abuelita encera compulsivamente...
Yo, compatriotas del reino de los caídos, tengo un largo historial de caídas jocosas en las que dejo claro que los humanos somos los más animales de todos. Bien animales.
Todo comienza con la cicatriz de mi rodilla, cuando corriendo a la fotocopiadora al final de un recreo en sexto, planeaba saltar como gacela el caño del pasillo que iba hacia secundaria. Justamente en pleno vuelo, ascendida de gacela a gaviota, mi pie se topó con el filo del caño y me arrastré como culebra por todo el asfalto. La gente pasaba a la par y nadie (de lo que se llama nadie) me ayudó. Sola como un pizote.
Los dos tobillos esguinzados, cada uno de una manera más animal que la otra, además.
Tengo que contar la historia de mi penúltima caída. La historia de mis tropiezos no estaría completa sin esa. Fue en mi temporada de artista. Yo andaba por toda mi casa con mi agenda, mis pilots, mis tizas, mis delineadores, mis lápices, mis crayolas, calcomanías, papeles, pinturas (algo así como un mono con juguetes). Resulta que el llevarlos de una casa a otra requería más que un poco de procedimientos previos para formarlos en una pirámide y definitivamente más de un poco de habilidad para mantenerlos y transportarlos todos juntos. Pero tranquilos, soy tan hábil como una zorra. No, eso no sonó bien. soy tan hábil como una comadreja. Iba yo como guepardo por mi patio, a una velocidad récord tomando en cuenta la carga cuando llegué a la cuesta de zacate y *plop*... Sentada como una gallina. Mis pilots, mis tizas, mis delineadores, mis lápices, mis crayolas, calcomanías, papeles,y pinturas salieron volando por todo el patio. Esta vez pasó mi abuelito a la par, y como creyó que estaba jugando en el zacate, pasó recto. A mí se me salían las lágrimas de cocodrilo, y palabra que me fui a mi casa sin recoger nada en una demostración de renquera nada canina.
Y luego que alguien me diga que no somos animales.
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6 comentarios:
jajaja excelente! bueno aunq eso no es lo unico q tenemos de animales :p
Poor GG, :( en el aspecto geek, las caidas me recordaron al comic de kxcd del mae q vive cayendo xD
Jaja... el que no se llevaba con la gravedad?? Jajaja
Un blog genial!
exacto el que no se lleva con la gravedad, y que el hijo es igual XD
Éxito, jaja... "He knocked me over..." jajaja
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