Una Noche

Preparación para una noche larga... Dando vueltas en mi nueva cama de fakir, con frío en los pies y arrollándome en las cobijas que no me calentaban todo lo que hubiera querido.

De vuelta a mi casa, un poco aturdida y muy cansada, todas las cosas desfilaron como si una fuera la alucinación de la otra. No mencionemos la película, hecho desafortunado, que más tarde me anduvo dando vueltas en la cabeza, y que creo que cooperó para que no pudiera dormirme hasta hoy.

Lo tenebroso de una iglesia cerrada de noche, un tipo que maneja hasta ahí. El hombre tiene cara de loco, demacrado, preocupado, loco. La gente que viene de frente prefiere cambiar de acera. Llega a la iglesia, justamente a la par de mi ventana, sube algunas de las gradas, se arrodilla y reza. Ve hacia arriba como para que la voz llegue con más claridad a ningún lugar. Se persigna, y para cuando se vuelve, la cara es copletamente distinta... Serena, diría yo. Abre el carro, lo enciende, y se va manejando como buscando el acantilado más cercano.

Qué problema pensar, porque cada vez que tengo uno de esos pensamientos, de esos recuerdos, me tenso completa, creo que hago una mueca con la boca y me vuelvo hacia el otro lado... Ya con esas locuras profané el lugar adonde estaba acostada... Movimiento, movimiento. Ahí ya no se puede dormir.

La ancianita sola del asilo. Hace demasiados años le prometí volver, y nunca lo hice. Podré volver al lugar, pero a ella nunca.

Remordimiento, tengo que ladear la cabeza, cobijarme mejor y estirarme.

Por un momento pensé en vos. (No en vos, en vos.) Pensé en que me parece curioso qué es lo que denominás casualidad, ahora que a escondidas pudiste darte el lujo de que esas casualidades pasen. Cobarde, sucio, cochino... Malo, feo, enemigo, caca.

Me llevo una mano al ombligo para comprobar que estoy más delgada...

Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamiento...

Yo no habría caminado sola por esa calle. Qué diferente era en aquellos días cuando de verdad era de día y estabas vos ahí caminando conmigo. A mí que nadie me diga nada, pero ya no estás. Sí, qué raro, desde ese día siento una fuerza en mí que nunca había sentido... Cierta coherencia que une todo... Alguna claridad al pensar que hizo todo más fácil, incluso el que no estés...

Bocarriba, tal vez así.

Odio el mall San Pedro. A esas horas caminando por el parqueo. Fluorescentes apagados, a tramos. Con las manos a los lados pensando qué jodido las películas, lo perfecto de alguien que sale detrás del carro... No sé, el secuestro, el asesinato, lo que hace la televisión, uno pensando en esas cosas... De pronto de hecho salió un tipo detrás de un carro, con la pistola al frente, y diciéndome que no gritara, con lo que lógicamente grité y grité, y quebré los vidrios de varios carros para que se activaran las alarmas y alguien me ayudara. Fue ahí cuando él tiró el gatillo apuntándome, y como es lógico, las balas me atravesaron nada más para volver al mundo en el que yo nada más estoy loca y camino hacia el carro... en silencio.

Bostezar... Manos entre las piernas...

Porque la verdad es que quería recordar qué era aquello de arreglarme nada más porque sí... Pelo, pestañas, color en los labios... ¿Maquillaje, se llamaba?

Llegar a mi casa así, maquillada, pelo, pestañas... Desmaquillar... ¿Por qué será que la gente se toma la molestia?

Ya no estoy pensando tan claro, eso es bueno... Luego alguien estornuda en la casa y me vuelve la luz.

Al darme vuelta, recuerdo el fonógrafo de hace unas semanas... Evoco el almanaque domingueando de Benedetti, pienso en Roque Dalton, y así salto hasta llegar a Alfonsina y a "Tú me quieres blanca"... Y a la matemática en el mundo contemporáneo... Y a mi obsesión enfermiza con la certeza numérica del tiempo, con las cuentas, cuentas regresivas, una hora, sesenta minutos, 3600 segundos... Un día, 24 horas... Factorial, matemática discreta... Problemas de personalidad... Amores platónicos... Pobres, elitismo... Mierda general. Mejor me duermo.

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