Ah, l'amour!


Qué enfermo que la gente me hable de amor. Qué enfermo que vengan a decirme lo que sienten con lujo de detalles, lo que estarían dispuestos a hacer por su amada, por su amado... De cómo no viven sin ella... De cómo se mueren sin él... De que era la razón para ser felices, que con ellos veían el Sol más brillante. Y demás sarta de asuntos. Todos tenemos adentro un mal poeta que sale cada vez que nos enamoramos.

Es que qué enfermo. Entiéndanme: Posiblemente la enferma sea yo, pero mi punto es que no tengo por qué creerles una palabra... Y no tengo cómo creerles. No siento lo que ustedes están sintiendo, y nunca lo voy a sentir -gracias a Dios-.

Nadie tiene por qué creerles nada de nada cuando les da por hablar de la magnitud del sentimiento, del sentimiento en sí.

Comencemos: Los sentimientos, por definición, son cosas totalmente irracionales. No se pueden medir, no se pueden comparar -por definición son distintos-, no se pueden analizar correctamente de una manera racional, y difícilmente van a ser expresados... Somos seres racionales. No se puede nada de esas cosas lindas y lógicas que uno pretende hacer con todo lo que se encuentra. En dos platos, a un lado el método científico, gracias.

Ahora, proseguimos. Ya que aclaramos todo lo de arriba, ¿para qué se toman la molestia? Pueden parecer los más desgraciados y ser los más felizmente enamorados o viceversa. Pueden hablar como los ángeles sobre el "sentimiento" y no sentir nada o pueden ser piedras enamoradas -benditas las piedras que no hablan-.

Es fácil tener dos caras, de hecho.

...Pero es que ay, hasta se me reviene el hígado de pensar en todos esos connoisseurs de la materia, que me ven a los ojos jurándome por el amor mismo que aman...

Y no tengo cómo creerles. Y bueno, tengo que añadir que no es sólo por no poder sentirlo que no puedo creerles. Yo creo que se murió algo ahí adentro. No puedo creerles whatsoever. A nadie. Por nada. Nunca.

¿Por qué me parece que tal vez, quizás exista la posibilidad de que sea probable que a lo mejor pueda ocurrir que sea posible que yo haya dejado de creer en el amor como sagrada institución espiritual?

Ya bien lo decía León de Greiff, en el Relato de Sergio Stepansky...

Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida...


Y para seguir con las referencias que nadie va a conocer, me siento como una foto de Graciela Iturbide...

... Es que qué enfermo que me hablen de amor cuando por detrás veo las acciones. A un desconocido no le creería porque nunca he sabido qué hace. En cambio, a mis conocidos no les creería porque tengo la certeza de lo que hacen. Qué enfermo.

Díganme "quiero", "me gusta", "deseo"... Pero por favor, dejen de limpiar el piso con la palabra "amor". Nunca me lo van a poder demostrar. No me pueden demostrar ni que amen ni que me amen. En cualquiera de los dos casos siempre va a haber lugar para la duda, y la duda, perdónenmelo, es mucho más fuerte que el amor.

Viéndolo bien, el amor es un sentimiento bien débil. Entre el amor y el odio, si hay razón para odiar, el odio gana. Si hay razón para dudar, la duda gana... Y con lo pequeña que puede ser una duda...

¿Saben qué es lo que pueden hacer? Pagar con acciones. Ante la duda, acciones. Y las acciones no garantizan nada, pero calman. A quien quieren díganselo, es lindo oírlo, es bueno oírlo... Pero respalden la palabrería con acciones.

...Es que qué enfermo, nada más no me lo digan. Escríbanlo, si quieren y pueden. El amor hace best sellers. A la gente le gusta eso. Pero no me lo digan. No me digan cuánto, no me digan cómo...

Y sé que hay gente que va a usar esto que acabo de escribir en mi contra... Pillines, pillines, por lo que voy a hacer una aclaración aunque me mate el feelin' que traía...

Aclaro que lo que me resulta molesto son las personas que procuran dimensionarme el amor, describírmelo y las otras cositas enojosas que mencioné. Bajo ninguna circunstancia me resulta molesto oír a mis amigos cuando están en esos trances, cuando ocupan desahogarse, cuando ocupan un consejo. Me encanta oírlos, si puedo ayudarlos, y para eso estamos.

Pero qué enfermo, ay, es que qué enfermo que llegen a hablarme de EL amor...

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