que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma;
hace tiempo que no juego al acertijo
tan esdrújulo de un padre y un hijo
y una blanca paloma.
Y lo cierto es que no me desespero
desde el día en que al célebre madero
lo comió la carcoma
pero si me preguntan y lo digo
aparte de algún que otro íntimo amigo
todos creen que es broma.
Y como con eso no se bromea
esperan que Dios me de con la tea
que churruscó a Sodoma
o que al menos diga yo reconfortante
que me he hecho mahometano o protestante,
hablamos otro idioma.
Pues nada más que eso me faltaba
que tuviera que asirme a la chilaba
del profeta Mahoma,
ni a tripa de Lutero, ni aún de Buda;
prefiero caminar con una duda
que con un mal axioma.
Porque dudo que al final de este asunto
la cosa no se acabe con un punto
sino con un punto y coma
y no espero un cielo o un infierno
lo más confío en que seré algo eterno
gracias al cromosoma.
Tranquilo puedo vivirme mi historia
sabiendo que a las puertas de la gloria
mi nariz no se asoma,
la muerte no me llena de tristeza;
las flores que saldrán por mi cabeza
algo darán de aroma.
Javier Krahe
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