Hoy tuve que salir a hacer compras por toda la ciudad para un asunto supuestamente muy mío con el que casi no estoy relacionada del todo. El día está parcialmente nublado y las carreteras están poco congestionadas.
Como siempre lo hago (no sé por qué, es como una necesidad, una adicción), llevaba la ventana abierta e iba recibiendo el viento al mejor estilo de mi perro. Llegamos a un semáforo en una subida. A la derecha la gente pasaba por la acera, y a la izquierda un bus subía mientras nosotros bajábamos. Pasam0s en el preciso momento en el que el bus aceleraba, y todo el humo negro quedó adentro del carro, flotando alrededor del mendigo que iba de ventana en ventana, chocando contra los otros parabrisas.
A partir de ese momento, fue como si el humo negro me hubiera llenado los ojos. Con los pulmones llenos de aliento a motor y sintiendo las partículas de aceite en la ropa, comencé a ver todo distinto.
Me comenzó a disgustar la ciudad, todos los carros, los motores, la dificultad de la gente para pasar, para hablarse por encima del barullo al que muy dolorosamente nos hemos acostumbrado... Porque silencio es cuando ho habla nadie, porque ya ni siquiera notamos de noche las motos o los roncadores de las muflas, porque ya ni siquiera los carros con los megaparlantes son extraños, ya no son cosas que nos despierten.
Cuando estaba pequeña, en mi casa no se oía la calle. Ahora, mientras escribo esto, oigo pitos, motos, ambulancias, frenazos, y detrás de todos esos ruidos puedo asumir a la gente que está detrás, a los que van en moto, a los del carro de los parlantes, a todos los demás miembros del ruido.
¡Qué alivio, un trueno y un pájaro! Cada vez subimos más el volumen, la velocidad...
Me molestó el olor a plástico, la sensación de las bolsas en las manos, esa sensación que sólo es comparable con el plástico mismo... Y sí, es lo artificial por excelencia...
Me molestó el parqueo, me molestó la venta de carros, la casa que están demoliendo después de aguantar unos cien años nada más para que alguien pueda vender uno que otro Hyundai...
Me molestó mi iPod cuando no oí lo que me decían... Me molestó todo eso que se vuelve fundamental e inmediato cuando es simple plástico... ¡Tranquilos, dentro de 400 años va a seguir ahí y nosotros no! ¡Para eso sobra el tiempo!
Me molestaron las calles llenas de vendedores, aunque no me molestaron los vendedores en sí, sino el producto...
Y me siento oliendo a plástico, demasiado arrinconada por el poliéster (recuerdo a Aníbal mecionando que nuestras jackets en algún tiempo fueron botella de Fanta)...
Necesito una mano a la que le pueda ofrecer la mía... ("Sólo présteme una tarde y le regalo mi verdad")
... Y ya sé cuál mano quiero... Y eso sólo es lo peor del caso...
Indisposición General
Publicadas por Carla a la/s 12:46 p. m. Etiquetas: Ambiente, Bitter, Pequeños Monstruitos
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1 comentarios:
pos si, que viva el smog...
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