Caminar sin rumbo...



Hablando de caminos... Pues sí, hoy fue otro de esos días en los que ni aunque me hubieran pagado me habría quedado ahí. Y rondé. Porque sí, fueron vueltas y vueltas. Vericuetos. Entraba por un lugar, caminaba por miles y volvía a salir por el mismo.

Pregúntenme adónde terminé. No oigo a las multitudes, un poco más fuerte... ¡Eso! ¡En una biblioteca!

Estuve pensando que después de todo sí hay mucho de tenebroso en algunas bibliotecas. Por lo menos sí lo hay en la Carlos Monge. Porque no lo he sentido en la Tinoco, ni en muchas otras, en las que, al menos para mí, el ambiente es casi festivo.

En la Carlos Monge la mayoría de los libros son antiquísimos, empastados de colores feos, las hojas -por trillado que suene- mustias... Hoy me encontré un volumen gigante de cartografía y geografía en francés, con los bordes de las hojas dorados y un empaste decoradísimo, que pronto le tomaré una foto a ese libro y la publicaré aquí, porque me dejó chocha...

¿Habrá algo distinto en la gente que camina sin rumbo? Cuando no hay destino, ¿abrimos los ojos distinto, caminamos con pasos más largos, qué es? Porque definitivamente nos reconocemos entre nostros y los demás nos reconocen. Apartando lo obvio, como la posible prisa, demás, aun entre los que caminan despacio, se puede ver quién sí tiene adónde ir. ¿Cómo es que logramos reconocernos los fellow nowhere-walkers?

No sé, en la biblioteca me sentí desamparada, sola, casi perseguida, porque no es la mejor sensación del mundo nada más ver a la gente callada paseándose por los pasillos, viéndoles nada más las manos traveseando libros... entre libros. No existe tal cosa como el contacto visual. De hecho ahí también nos reconocemos entre los que no tenemos ningún destino fijo. Los demás pasan como alma que lleva el diablo, quemándose por encontrar la información y salir.

Nah, nosotros no. Nosotros caminamos a pasito de museo por todos los pasillos, de vez en cuando hojeamos (ojeamos) algún libro, luego pasamos a otro... En fin, polinizamos la biblioteca entera. Pero somos loners. Queremos y necesitamos estar solos, y cuando coincidimos en algún pasillo y nos vamos acercando peligrosamente (llámese, estamos a menos de 4 metros), sabemos que alguno de los dos tiene que ceder y se va de ese pasillo hasta que pueda estar solo. ¿Cómo se define la jerarquía? Asumo que eso también está en el aire, como todos los demás reconocimientos.

Decidí (descubrí) que somos por mucho una raza aparte. Y nos extinguimos... No porque seamos pocos, no porque no vayan a venir más... No me refiero a extinción como grupo, sino que nos apagamos uno a uno... Y nada más nos vemos y nos dejamos morir.

Hoy me divertí en francés, pero mi bien manejada -y por consiguiente, ocultada- crisis sigue ahí latente... De vez en cuando la siento, pero ya somos amigas demasiado viejas y queridas como para dejarnos así nomás.

Ah, reencuentros felices: Carlos, mi Carlos de Historia del Arte... Me hacía falta.

Por cierto, hoy sentí los alisios... Traidores, que no tienen derecho a soplar hasta que pueda parar y sentirlos. Nada más los oí pasar por la ventana (cerrada) de la facultad de letras. MI FACULTAD. Y saber que falta tanto para poder de verdad disfrutarlos... Porque en todo caso sé que no los voy a disfrutar 4 reel por lo menos hasta el 11 de diciembre... y en todo caso hasta el 16.

Ok, hora de regresar al mundo.

...Tengo miedo de voltearme.

1 comentarios:

Esteban Chi dijo...

12 de diciembre en realidad... pero no era eso lo que venía a decir, sino que:

Dios! que adicción al SAME! JAJAJA