Esas cosas que nada más hay que confesar.
Lo que sentí en ese momento contra vos no fue odio, ni nada de ese tipo, fue más bien como un dolor de ver qué tanto me había equivocado tantas veces. Y sé que vos también te has equivocado, de hecho los dos lo sabemos. Y así como yo no sé qué se viene, vos tampoco... Y muchas veces viene el asunto en forma de madurez, que de maduro no tiene pero ni lo roja que me pongo.
La maté. La verdad es que no quería y se dio por casualidad. Vos me conocés bien, que ni a una mosca, mato. Siempre que paso por ahí, disparo al aire, es casi un rito. Pues ese día se dio que precisamente en el momento en que había disparado, ella se asomó a la esquina, allá, arriba, al puro borde. Cuando la vi, ya el asunto iba en camino. La golpeó de tal manera que no sé si la mató el golpe o la mató la caída. La vi caer demasiado lento -todavía está cayendo-. Nunca había matado, fue tanta la impresión... Cuando golpeó el suelo fue que de verdad entendí de qué habla la palabra "reventar".
Son todas esas cosas pequeñas las que nunca podría perdonarte. Porque he perdonado de todo... He puesto la otra mejilla, como buena... ¿buena qué? Buena lo que sea que sea... Buena buenaza, posiblemente. Te he visto revolotear alrededor de las cosas y con todo y todo me he quedado, pues, diría "al acecho", pero debería decir algo más como "en letargo"... Porque sí, truth is, sé perdonar de todo, olvidos, odios, peleas, abandonos, rechazos... Pero Dios te libre de verme a los ojos como si no te hubiera perdonado.
Caminé pudriéndome por dentro. El día había estado como debe estar el infierno, y como para coronar la desgracia, garuaba. Yo iba por la calle y me enfermaba el asfalto respirándome en los pantalones, me subía el vaho hasta la cara y se me acumulaba debajo de la sombrilla. Es un olor tremendo, si uno se para a notarlo, porque es el consomé de todo lo que ha pasado sobre esa calle, y me llenaba los pulmones... Y de pronto el sentía el corazón latir más rápido. Me pareció caminar sobre un animal negro y enorme... Todo sobre el animal era como muerto, borroso, inanimado... Todo estaba lleno de máscaras, y las conversaciones se me metían en los oídos y un eco eterno me llenó la cabeza.
¿Para qué decir que no? Ya el clima cambia y todo se pone soleado. Bueno, casi todo... Suelo no incluirme en el "todo" porque nunca he compartido las características necesarias para ser un buen ejemplar de cualquier cosa. Pero sí, todo se pone florido, incluso la matita -que no ha logrado pasar de un ser- está abriendo dos flores. Ya la lluvia de oro está cayendo por donde estaba la hamaca... Y bueno, al grano, mataría a unos cuantos por darte un beso ya.
Ligartijas, Hulefantes y Resorterontes
Publicadas por Carla a la/s 7:16 a. m. Etiquetas: (Des)Amor, Pequeños Monstruitos, Vida en General
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