Siempre me ha gustado la lluvia. Ese frío que uno siente justo encima de la piel, caminar y sentir las gotas cuando chocan contra la cara. Me encanta estar afuera cuando llueve, mojarme, brincar en los charcos, pero no hay nada que odie más que los zapatos cuando están mojados por dentro y todavía tengo que caminar. Bajando la cuesta siento los pies resbalándose con ese ruido de lago interno que se pega y se despega. Horrible. O empapados o secos. No hay términos medios cuando de la lluvia se trata.
Camisa blanca o negra, no importa. No hay nada como la libertad que se siente al mojarse. Es como inyectarse la condición de no-dormido, de existente, de ser que siente y tiembla... Y no puedo no mencionar la catarata de hielo de Monte Sky, ni la cima del Cerro de la Muerte...
Y aunque hoy era distinto y era apenas una garúa sin personalidad que se tramaba entre la acera, fue la primera vez en mucho tiempo que caminé bajo la lluvia, y mentiría si dijera que no me sentí más viva que bajo techo.
Había olvidado lo curioso de los exámenes de rellenar bolitas y había olvidao dos otras cosas muy importantes: Lo valioso de los gráficos para resolver problemas de aritmética y el amor devoto que le tengo a mi infalible cuentapollos.
Hoy me terminó de reventar Historia del Arte. Sin comentarios.
Acabo de cenar y jamás había comido tanto queque... Eso sí, hecho por mi abuelita, ya desecharon el mío. Se lo dieron a los pájaros. (¿Adónde, en nombre de Dios, van a morir las aves?) Nada más espero que vayan a fenecer a otro lado adonde yo no los vea. Qué remordimiento.
En este momento se me están cerrando los ojos. Otra vez Pink Elephants on Parade...
Un final curioso para un día curioso.
2 días para el concierto de Arjona... ¡Éxito total!
Buenas noches, mundo.
La condición de ser que siente y tiembla...
Publicadas por Carla a la/s 7:26 p. m. Etiquetas: Arjona, Lluvia, Vida en General
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario