"¿Pero usted lo pateó, por lo menos?"
"No..."
"¿Ve? Por eso le pasa eso, porque usted se deja."
Y el hombre siguió caminando orgulloso, con su hijito de unos cuatro años, por la calle. Yo crucé, y después de semejante show, lo que me apetecía era tirármele en la trompa a un carro.
Qué hombrecito, qué macho... Se ve que lleva los pantalones... Eso sí es un padre, enseñándole al hijo cómo hay que manejarse en este mundo. Para ganarse el respeto hay que patear a la gente. Éste sí va a ser un hombre de éxito.
Para divertirse, se va a pasar la vida pateando una bola; cuando se case, va a poder patear a la mujer; cuando tenga problemas, no va a dejarse porque es muy macho.
El orgullo de la familia.
No lo llevo mucho más allá. Sencillamente me gustaría pensar que siempre y cuando haya alguien que se asquee ante esto, puede quedar alguna esperanza.
Espero sinceramente que si alguna vez tengo un hijo va a ser lo suficientemente valiente como para ser de esos a los que les dicen gallinas cuando no pelean y que aún así no le importe.
(Claro, por eso somos más lindas las chiquitas, jaja)
En fin, qué asco la gente. (Sí, sí, Mario, ya sé que yo también soy gente...)
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