Olía a Máquina

Como no trabajaba, tenía las uñas largas y curvas. Se pasaba el día pintándoselas y fumando. Se fumaba un cigarro tras otro hasta que se quemaba los dedos. Con la chinga de uno, encendía el siguiente. Todos sabían que no era seda la del vestido y todos sabían que no era diamante el del anillo, pero entre volutas de humo vivía en su mundo que también se iba con el viento. Las cortinas se iban arralando, igual que las camas, los sillones, los fajos de billetes. El jardín se había vuelto salvaje por el descuido en las tapias y en los caminos. Sólo ella se animaba a caminar todas las tardes entre la hierba por las rodillas. Una noche se fue a dormir, y al día siguiente los bomberos sólo declararon que se había hecho humo junto con el cigarro.

Nunca pudo quitarse ese olor. Todos los días se bañaba y se cambiaba la camisa pero el olor nunca se iba. Olía a máquina y no podía evitarlo.

Mientras se movían en el escenario, sentí una mano en el hombro. Cuando pude reponerme del sobresalto, la mano ya se estaba moviendo hacia abajo. Bajó hasta que resultó peligroso y luego volvió al hombro. Pasó al cuello y lo abarcó todo. Lo acarició. Poco a poco volvió al primer lugar para desaparecer después. Mi mayor sobresalto vino al caer en cuenta de que no hice nada para evitarlo.

.:.:.:.

¡Excelente, chicos, primer estudio aprobado! Gracias, gracias... Adrián, vos tranquilo, que el del muerto nos saca a todos...

-Una pregunta, ¿con quién ha entrenado usted su voz?
-Con nadie.
-Pero ha recibido clases...
-No.
-¿Nunca?
-No.
-Pero debería entrenarla. No todo el mundo tiene ese don, y debería explotarlo al máximo. Canta muy bien.

¡Yay!

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